De relieve accidentado, surcados por numerosos cursos de ríos y arroyos, y cubiertos por una importante masa boscosa, los Saltos del Moconá representan una de las variadas alternativas que ofrece nuestro país vivir la naturaleza.
No todas las épocas del año son adecuadas para ver los saltos, porque depende de que el caudal del río esté bajo para que puedan apreciarse en toda su magnitud, rodeados de la más variada flora y fauna, en la que conviven en equilibrio natural árboles, arbustos, lianas, enredaderas y plantas epífitas junto con aves, mamíferos, reptiles, peces y anfibios.
La particularidad de los Saltos del Moconá (“El que todo lo traga” en guaraní) es que conforman un cañón de 3 kilómetros de largo con caídas de agua de entre 5 y 10 metros de altura transversales al cauce, a diferencia de la mayoría de las cataratas, sino que son longitudinales.
Es que el canal en donde caen los saltos representa una gran falla geológica que realizó un corte longitudinal sobre el río Uruguay, entre las desembocaduras del arroyo Yabotí y el río Pepirí Guazú (del lado argentino), y de los ríos Serapio y Calixto (del sector brasileño), cuya profundidad alcanza en algunos puntos los 170 metros.
La reserva Moconá, localizada a 337 kilómetros de Posadas y ámbito ideal para realizar trekking, paseos en lancha y kayak en plena selva misionera, fue creada en 1967, luego de que Juan Alberto Harriet, propietario del terreno, donara las 999 hectáreas donde se encuentran los saltos.
La Ley Nacional Nº 24288 promulgada el 22 de diciembre de 1993 que declaró monumento natural nacional al lugar prohibió realizar cualquier tipo de obras, construcciones o actividades que alteren o modifiquen el escenario, excepto obras menores de infraestructura como pasarelas o muelles.