Conocida como el “crisol de culturas”, Mostar es una ciudad que vive y respira historia, marcada por la influencia de un dominio turco que duró siglos, y que dejó una huella palpable en la arquitectura, la cultura y el estilo de vida de sus habitantes.
Croatas católicos, serbios ortodoxos y bosnios musulmanes conforman la población de Mostar, declarada Patrimonio de la Humanidad y famosa por su icónico puente, reconstruido tras ser totalmente destruido en 1993 durante la cruenta Guerra de Yugoslavia.
El arco de piedra representa un símbolo por excelencia de la ciudad y fue construido en el siglo XVI por orden del sultán Solimán el Magnífico, permaneciendo intacto durante más de 4 siglos. Los habitantes lograron recuperarlo en 2005 y según cuenta la leyenda, el arquitecto que lo realizó fue el único habitante de la ciudad que no estuvo presente durante la inauguración, temeroso de que el sultán cumpliera la amenaza de cortarle la cabeza si el puente se desplomaba.
Mostar, en la que se levantan 17 mezquitas, muestra su cara más interesante en la ciudad antigua, caracterizada por calles que mantienen el empedrado original y están salpicadas de restaurantes y pequeñas tiendas.
También merecen conocerse el bazar Kujundziluk, donde se puede comprar artesanía local, y el Museo de la Guerra y las Víctimas del Genocidio, en el que se puede tomar conocimiento de la historia más reciente.