El lupus eritematoso sistémico (LES) es una enfermedad crónica, por lo que los afectados tienen que acostumbrarse a convivir de por vida con ella una vez que se les diagnostica.
Se trata de una patología autoinmune provocada por el sistema de defensa natural del cuerpo contra las infecciones, que genera anticuerpos que viajan por el torrente sanguíneo y pueden afectar a cualquier órgano vital del organismo (riñones, pulmones, cerebro y corazón).
Actualmente, se estima que hay cinco millones de personas que padecen LES en todo el mundo, en tanto que en la Argentina la enfermedad afecta a unos 22.000 habitantes.
El síntoma más distintivo de esta afección es una erupción cutánea en el rostro que se asemeja a las alas abiertas de una mariposa en ambas mejillas y se presenta en muchos casos de lupus, aunque no en todos.
Uno de los escollos que suelen encontrar quienes padecen la patología es que, con frecuencia, se tarda años en llegar a un diagnóstico claro. La razón se centra en que sus signos y síntomas generalmente son similares a los de otras enfermedades, y pueden ser repentinos o desarrollarse lentamente, leves o intensos, y temporales o permanentes. No hay dos casos de lupus exactamente iguales.
Además de su carácter crónico, otra peculiaridad de la enfermedad es que no siempre está activa. Aparece en forma de brotes y puede generar discapacidad. Otros síntomas comunes, entre los muchos que puede producir, son dolor en las articulaciones, en los músculos y fatiga extrema, con diferentes niveles de gravedad, hinchazón en las piernas o alrededor de los ojos, úlceras en la boca e inflamación de glándulas, además de mareos y pérdida de cabello.
Precisamente la cronicidad de la enfermedad puede propiciar el desánimo o malestar psíquico de los afectados, por lo que el apoyo psicológico es otro de los pilares fundamentales de la atención a estos enfermos.

































