La conformación de una pareja representa el encuentro de dos mundos, donde cada miembro cuenta con una familia de origen que forma parte de la identidad de cada quien.
Pero más allá de los lazos afectivos resulta fundamental tener en claro que, para que una relación se mantenga, es necesario instaurar ciertos límites, de manera tal que la pareja logre establecer fronteras a sus propias familias para que su participación no sea vista como un involucramiento disfuncional.
De acuerdo con la opinión de especialistas en la materia, no se puede permitir que la intervención de la familia sea origen de conflictos. Por tal motivo, es relevante que si la presencia es constante, se establezca una comunicación que respete la independencia de la pareja.
En ese sentido, puede aceptarse que la familia brinde recomendaciones y orientaciones, mientras sean solicitados y respeten los límites impuestos por los protagonistas de la relación.
Lo ideal sería establecer un punto de equilibrio, en razón de que si bien el alejamiento familiar no es recomendable, tampoco lo es la cercanía excesiva.
Los propios expertos sostienen que la relación previa de cada miembro de la pareja con su propia familia de origen también representa un factor decisivo a la hora de establecer los nuevos roles de sus padres.
En tal sentido destacan que no se puede dar por hecho que los familiares se tienen que dar cuenta solos de su intromisión. Lo hagan o no, es la propia pareja la que debe decir hasta dónde pueden tener injerencia en la relación.
Frente a esto, una reunión con los familiares podría ayudar a definir los roles a asumir para establecer una vinculación armoniosa. Sobre el particular también podría añadirse el pedido de respeto por los espacios conyugales, incluso si la convivencia se lleva a cabo en casa de los progenitores de uno de los miembros de la pareja.