La prosopagnosia es un tipo específico de agnosia visual que se caracteriza por la incapacidad para reconocer rostros que nos son familiares e incluso, en los casos más graves, el paciente puede no reconocerse a sí mismo en un espejo o en una fotografía.
Los afectados por esta enfermedad cerebral pueden identificar un rostro como tal y saben que existe una diferencia entre dos rostros, pero no pueden reconocer ni identificar de quién se trata.
En muchos casos, la persona afectada hace una análisis deductivo de la persona para tratar de identificarla a través de rasgos característicos como son la forma o color del pelo, la presencia de alguna cicatriz o lunar, o determinadas expresiones faciales.
El término prosopagnosia deriva del griego prosopon que significa “cara” y agnosia que es la “ausencia de conocimiento” y coloquialmente se define como un problema para reconocer caras.
El término fue acuñado en 1947 por el médico Joachim Bodamer, quien la definió como “la interrupción selectiva de la percepción de rostros, tanto del propio como del de los demás, los que pueden ser vistos pero no reconocidos como los que son propios de determinada persona”.
La definición sigue siendo vigente, ya que sirve para caracterizar el trastorno sin diagnosticarlo o pronosticarlo. No obstante, en la actualidad se sabe que puede tener distintas características.
Existen dos tipos de prosopagnosia: la de desarrollo, en la que la persona tiene el problema de nacimiento (el individuo nunca desarrolla adecuadamente la capacidad de reconocer rostros), y la adquirida (se encuentra con mayor frecuencia en adultos y se subdivide en prosopagnosia percitiva y asociativa), que ocurre después de algún tipo de daño en el cerebro.
Se estima que el 2% de la población sufre del primer tipo de prosopagnosia.