Las autoridades de la Cooperativa Obrera habían comenzado a evaluar en 1964 que si bien la situación financiera de la entidad podía considerarse buena, las ventas no resultaban suficientes, especialmente en el sector almacén.
Por entonces, recién se había sumado a la institución en carácter de auditor el contador Rubén Masón, quien compartía además la inquietud del Consejo de Administración acerca de modificar los sistemas de retribución de los empleados tendiendo a premiar los mejores resultados en ventas.
“Mi vínculo con la Cooperativa Obrera comenzó en febrero de 1962. En esos momentos la entidad había comprado el edificio del Almacén Inglés apelando a un préstamo importante del Hogar Obrero y había plata que devolver. Además, las cuentas de ahorro de los asociados estaban en una gran proporción metidas en el capital físico de la Cooperativa”, sostiene.
La preocupación entonces se centraba en ver cómo se podían obtener excedentes que permitieran capitalizar la empresa y salir de ese nivel de alto endeudamiento.
“Así se puso en marcha una asamblea que aumentó el capital mínimo de los asociados, que me parece pasó de 100 a 200 pesos, y se puso el acento en cobrar las cuotas a domicilio”, destaca Masón.
Sin embargo, esas pequeñas dosis no representaba una solución de fondo.
“Analizando alternativas y siguiendo a la guía que representó durante muchos años la Cooperativa del Hogar Obrero, que ya había incursionado en el sistema de autoservicio en el supermercado, además de algunas experiencias registradas a nivel nacional, empezamos a meternos en el tema y dijimos: ‘por qué no dar un salto de calidad transformando nuestro principal almacén de calle Belgrano en supermercado’”.
Después de varias visitas a Buenos Aires, del asesoramiento de una empresa proveedora de góndolas para supermercados y del contacto con el Hogar Obrero, La Coope accedió a un préstamo de 15 millones de pesos otorgado por el Banco de la Provincia de Buenos Aires.
“Con eso encaramos encaramos los gastos que significó la inauguración del supermercado, que resultó tan exitosa que quintuplicamos las ventas del almacén. Eso no solo nos permitió tener excedentes importantes y salir de la situación de endeudamiento, sino que nos animó a reconvertir en auto- servicios la mayor parte de las sucursales que eran almacenes”, resalta.
De tal manera, junto al gerente general Severiano Salvucci y al presidente Francisco Simonetti, Masón completó el trío que se cargó al hombro el complejo tema.
“El supermercado de calle Belgrano se inauguró el domingo 31 de octubre de 1965. La gente tenía cierto desconcierto y en un principio el propio personal tenía que indicar desde cómo manejar el changuito hasta cómo pagar. Se instalaron 5 cajas, toda una novedad, y sin bien en esa época no había playa de estacionamiento, al poco tiempo tuvimos que abrir la que en la actualidad todavía funciona.
Una anécdota risueña fue protagonizada por don Rómulo Capomassi, un dirigente cooperativo cuya personalidad lo convertía en auténtico personaje.“Quería obtener el primer ticket, por lo que esperó desde temprano para poder ingresar. Agarró un changuito, fue corriendo hacia la parte de atrás, tomó dos o tres paquetes y corrió a la caja. Lo atendió quien hoy es mi mujer y le pidió que le cobrara rápido. Después sí, más relajado, atinó a decir: “soy el primer comprador de la Cooperativa”, cuenta Masón.