Absorber y expeler aire es un acto natural e instintivo, aunque no siempre se lleva a cabo de la manera correcta.
Una correcta respiración implica hacerlo por la nariz, ya que el sistema de filtrado nasal logra que se capte aire de mayor calidad, y a un ritmo pausado, de manera tal que se alcanceuna frecuencia respiratoria en reposo que ronde en torno a las 12 y 18 respiraciones por minuto.
La cuestión a veces se complica cuando la nariz se tapa ante alguna congestión o se capta aire por la boca a la hora de realizar un ejercicio aeróbico al exterior, especialmente si la temperatura es baja, con el consiguiente riesgo de contraer un resfrío.
Asimismo, padecer de sobrepeso u obesidad aumenta el riesgo de sufrir un trastorno respiratorio nocturno, como el síndrome de apnea-hipopnea, porque al captarse un menor volumen de aire se perjudica la calidad del sueño.
Ciertas técnicas de relajación incluyen el entrenamiento respiratorio. Entre ellas, se encuentran la meditación consciente (conocida como mindfulness), el yoga e incluso el taichí, que contienen ejercicios que pueden tener un efecto beneficioso porque ayudan al control del estrés y la respiración.
Los expertos en materia de respiración recomiendan empezar a tomar conciencia de los movimientos de entrada y salida del aire, prestando especial atención a los momentos en los que se evidencie el estrés, en los que el ritmo respiratorio se acelera o pierde su ritmo natural y se convierte en irregular.
Por otra parte, además de mantener la espalda erguida, elevada y los hombros bajos y encajados de manera natural en las clavículas, relajando mandíbula y cuello, hay que prestar atención al diafragma, ese músculo alojado entre el pecho y el abdomen, porque desempeña un papel principal en la respiración.
Este tejido cargado de tendones funciona como una bomba que introduce el aire y después lo expulsa fuera de nuestro cuerpo. Por eso, hay que asegurarse de que no lo oprimimos para que pueda llevar a cabo su tarea con total libertad.