Realizar actividad física en forma periódica implica no solamente ejercitar las piernas, los brazos y el tronco, sino también otras partes del cuerpo como los pies.
A pesar de ser responsables de la movilidad y el equilibrio, muchas personas consideran el fortalecimiento de los pies solo después de una lesión, no teniendo en cuenta que incorporarlos en la rutina de entrenamiento puede ayudar a prevenir esas lesiones y mejorar la forma de caminar, sobre todo a medida que envejecemos.
Especialistas en el tema sostienen que la debilidad de los dedos de los pies representa el principal factor predictivo de las caídas cuando nos aproximamos a la tercera edad.
El simple hecho de caminar hace que los pies se ejerciten, porque cada vez que se pone en funcionamiento el núcleo del pie, una red de pequeños músculos relevantes para el equilibrio y la estabilidad.
El pie actúa como un trípode, distribuyendo el peso entre el talón y la base de los dedos, y para que cumpla su vital función en materia de movilidad y equilibrio debe estar acompañado de un calzado adecuado, para evitar calambres y lesiones.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que las articulaciones que no pueden moverse en toda su amplitud, con el transcurrir del tiempo se endurecen y debilitan.
Asimismo, las deformidades como los juanetes también pueden ser señales de que los músculos del pie necesitan atención. Cuando los dedos no están rectos y planos respecto del suelo, el ciclo natural de la marcha se ve afectado. La alineación correcta es sumamente importante para el dedo gordo, que inicia el impulso al caminar.
También hay que tener en cuenta que las sandalias sin una tira trasera tampoco contribuyen a un andar placentero, ya que el hecho de que los dedos de los pies tengan que agarrarse para sujetarla, puede provocar dolores y deformidades que doblan las articulaciones y provocan dedos en martillo o en maza.