Históricamente, las iniciativas para prevenir la transmisión de dengue se han centrado en el control del mosquito que produce la enfermedad. Sin embargo, la movilidad de las personas y el crecimiento continuo de los conglomerados urbanos, ponen de manifiesto la importancia de reforzar los programas municipales para contener la reproducción, especialmente del Aedes aegypti.
Los casos de dengue, al igual que las poblaciones del mosquito, pueden “explotar” de manera repentina. De tal manera, al cabo de pocas semanas se puede pasar de unos pocos casos a miles de ellos.
Esa masividad repentina pone en riesgo la capacidad de respuesta de los sistemas de salud. Y si bien es una enfermedad que tiene una letalidad muy baja y mayoritariamente no requiere atención médica, cuando se tienen cientos o miles de casos, solo esa pequeña proporción que requiere de control sanitario es suficiente para saturar los sistemas de salud.
De tal manera, es importante abocar los esfuerzos en forma temprana para minimizar el riesgo que representa este tipo de enfermedades para nuestra población.
El mosquito que transmite el dengue se reproduce a través de huevos que deposita en recipientes y superficies que acumulan agua. Para evitar que el agente transmisor ingrese a nuestras casas, se recomienda instalar mosquiteros en puertas y ventanas y colocar espirales o tabletas insecticidas.
También es aconsejable al momento de exponerse al aire libre tomar precauciones durante las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde, ya que son los momentos de mayor actividad del mosquito. Mientras que, para el resto del día, una forma de prevenir las picaduras es utilizar siempre ropa clara que cubra brazos y piernas, y repelente que tiene que ser renovado cada cuatro horas.
Los síntomas de la enfermedad son similares a los de una gripe y varían de una persona a otra, aunque en el caso del dengue el paciente no presenta catarro, no está resfriado ni le duele la garganta.
De tal forma, se recomienda recurrir al hospital si el paciente presenta: dolor de cabeza, náuseas, vómitos, mialgias, conjuntivitis, dolores musculares y articulares, pérdida de apetito y erupciones cutáneas.
En ningún caso es aconsejable la automedicación previa a la consulta con el médico, ya que puede inhibir los síntomas.