Ludopatía digital: una adicción que afecta a cada vez más jóvenes

La adicción de adolescentes argentinos por las apuestas y los juegos en línea es un fenómeno en crecimiento que se encendió con la pandemia. En tanto, la legislación no pone freno al bombardeo publicitario en programas de televisión, partidos de fútbol e influencers en redes sociales que los seducen con la promisa de acceder a dinero fácil en medio de la crisis.


En el amplio abanico comprendido desde los hipódromos hasta los casinos, el juego ha sido una constante en la vida de los argentinos, pero lo que quizás alguna vez pudo representar una actividad esporádica y ocasional, hoy se ha convertido en una fuerza omnipresente, alimentada por la facilidad de acceso a través de la tecnología y una incesante promoción.
El contexto pareciera ofrecer los ingredientes necesarios para una tormenta: alto consumo de redes sociales y canales de stream, y la posibilidad de endeudarse con un click a través de billeteras virtuales.
Si bien por ley los menores de 18 años no pueden participar en apuestas, a través de los datos de las tarjetas de crédito de sus familiares o bien con intermediarios adultos que ofrecen sus datos a cambio de una comisión, el casino online desembarcó en manos de adolescentes.
Esta nueva era de apuestas representa un verdadero problema para la sociedad argentina, ya que apunta directamente a la franja etaria adolescente, sumamente vulnerable a las tentaciones.
En tal sentido, la publicidad de las casas de apuestas acecha como una sombra persistente desde distintos programas de televisión, especialmente los de mayor audiencia, que recomiendan jugar en determinada casa de apuestas, y también estando más que presente en el fútbol, no solo en los partidos de la Selección Argentina, que paradójicamente tiene como sponsor a una compañía de juegos de azar, sino también en los principales patrocinios de la Liga y de gran parte de los clubes de primera división, incluyendo River Plate, Boca Juniors, Racing Club, Rosario Central y Newell’s Old Boys.
A su vez, este bombardeo de anuncios hace a la normalización del juego, porque está pergeñado para captar especialmente la atención juvenil, creando el imaginario que el apostar es una actividad que vale la pena explorar.
Y si la incesante publicidad no fuera suficiente, influencers y streamers también respaldan abiertamente a las casas de apuestas, promocionando así esta práctica entre sus miles de jóvenes seguidores.
Si bien es cierto que la decisión de apostar está en cada quien, también es una verdad innegable que estos influyentes en redes sociales representan modelos a seguir para muchos, y su aval al juego, sus directos en los sitios de apuestas y la invitación constante, ofreciendo códigos de descuentos y beneficios, solo sirven para reforzar la percepción de que apostar es socialmente aceptable y hasta emocionante.
Otro gran factor que incide en el aumento de nóveles jugadores es la facilidad para acceder a los sitios de apuestas. Desde el celular, estando en casa, en el colegio o en cualquier sitio que pudiera imaginarse, es muy fácil sumergirse en un mundo de oportunidades de apuestas. Esto, combinado con la falta de regulación efectiva (muchos de estos sitios no corroboran las edades de sus usuarios), crea un panorama ideal para la adicción al juego.
De acuerdo con los entendidos, el tema es transversal a todas las clases sociales y se da mucho más en los varones que en las mujeres. Lo cierto es que frente a un negocio nocivo en pleno crecimiento con el daño que ello conlleva, urge la intervención del Estado en materia preventiva, antes de que estos jóvenes, víctimas de una enfermedad silenciosa y destructiva que no discrimina, se conviertan en su mayoría en adictos.

Las cifras en danza

Especialistas en la materia sostienen que el aumento de la adicción a los juegos en línea entre los adolescentes se centra en el crecimiento de diversos consumos (alcohol, drogas, pantallas, redes sociales), bajando a su vez las edades de inicio.
En tal sentido, explican que la utilización de pantallas se exacerbó con la pandemia, naturalizando muchas actividades que antes eran presenciales y que ahora adoptaron el formato virtual. Así, adolescentes que jugaban en la cuadra, en la vereda o en los clubes hoy lo hacen en sus casas o en las escuelas a través de medios digitales.
La edad de iniciación promedio es a los 15 años, pero profesionales especializados en adicciones aseguran estar recibiendo consultas por chicos de 12 años, que crean un perfil falso con datos de la madre, del padre o de quien sea y usan plata que quizás estaba destinada para otros gastos.
Débora Blanca, psicóloga especializada en ludopatía, afirma que “el adicto al juego necesita siempre perder porque cuando pierde es cuando se le arma la necesidad de recuperar lo que perdió; entonces vuelve a apostar y vuelve a perder, porque el desafío es ver de dónde saca el dinero para volver a jugar”.
Un informe dado a conocer por Global Online Gambling Markets-Previsiones dio cuenta que el mercado mundial de juegos de azar en línea superó los 65.300 millones de dólares en 2020 y se prevé que su tasa de crecimiento anual crezca un 10 por ciento para 2027, con lo que escalaría a casi 130 mil millones de dólares ese año.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la ludopatía como una enfermedad emocional que afecta aspectos de la vida personal, familiar, laboral, social y económica de quien la padece. Según las estadísticas del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos, el 30% de la población mantiene algún tipo de vinculación con el juego, y dentro de ese porcentaje el 95% corresponde a personas que lo hacen recreativamente, mientras que el 3,5% son jugadores problemáticos y el 1,5%, compulsivos. En la Argentina hay unas 19 millones de personas que juegan asiduamente, mientras que 7 de cada 100 argentinos pueden ser considerados adictos.


En este preocupante contexto, se suman voces que consideran imprescindible trabajar esta temática en el ámbito del ciclo secundario, poniendo el foco en la perspectiva digital, en razón de que los vínculos y las actividades de las y los adolescentes aparecen, cada vez más, atravesados por la virtualidad.


La propia Débora Blanca subraya que el paradigma de la movilidad social ascendente de varias generaciones de argentinos (estudiar, trabajar, progresar) ya no es aceptado.
“Muchos jóvenes hoy renuncian antes de empezar, porque en general no les interesa ser empleados, trabajar ocho horas en una empresa y que el gerente les diga cuándo se pueden tomar vacaciones. En la actualidad está enaltecida la palabra libertad y elegir dónde, cómo y cuándo. Hay una parte de esto que es muy buena, pero hay otra que niega la realidad, porque siempre hay que hacer una carrera y eso implica renuncias, enojos, angustias, inseguridades. Muchas veces se habla de ganar dinero, no de trabajar ni de esforzarse, y ahí es donde se enganchan las apuestas”, sostiene.

 

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Modificado por última vez en Martes, 20 Agosto 2024 11:29

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