El dolor crónico es aquella dolencia que persiste durante un tiempo prolongado y que, a menudo, no responde a cirugía, fármacos, reposo, fisioterapia u otros métodos de tratamiento.
En ocasiones deja de ser un síntoma orgánico para convertirse en enfermedad, aunque este aspecto generalmente no se tiene en cuenta ni por parte de los profesionales sanitarios ni por los propios afectados.
Sin embargo, las cifras son preocupantes. De acuerdo con recientes estadísticas difundidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas en el mundo padecen dolor crónico de moderado a grave, y una de cada tres no puede mantener un modo de vida independiente.
Así y todo, pese a que el dolor es una causa recurrente de visita en los servicios de urgencias y que cada vez más afecta a edades tempranas, pocos centros sanitarios están preparados para tratarlo de forma efectiva.
La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, en inglés) define al dolor crónico como una “experiencia sensorial y emocional desagra-dable asociada a un daño tisular real o potencial”.
La entidad también anunció que este durante todo 2022 se está buscando que se trasladen los conocimientos sobre este tamática que se obtuvieron durante distintas investigaciones a la práctica clínica, ya que, pese a que se realizan estudios científicos al respecto y la evidencia sobre su situación crece año a año, aún miles de personas experimentan un “mal control del dolor”.
Asimismo, la IASP resaltó la importancia de “aumentar la conciencia, no sólo dentro de la comunidad que experimenta el dolor, sino incluso más allá”.
Según las autoridades de este organismo, mientras las dolencias reumáticas, ortopédicas y oncológicas están aceptadas por muchos grupos que impulsan su reconocimiento y tratamiento adecuado, el dolor crónico como enfermedad es una entidad bastante desconocida, tanto para los profesionales sanitarios como para la sociedad en general.