La importancia de la prevención bucodental está en que nos permite mantener limpios y sanos a nuestras encías, dientes, lengua y boca en general, con una buena higiene dental diaria. De esta manera la dentadura puede cumplir su función y, además, se evitará otro tipo de complicaciones y enfermedades.
Para que nuestra boca luzca y huela saludablemente no es necesario cubrir con pasta toda la superficie del cepillo de dientes. Para los adultos solo se necesita la cantidad equivalente a un garbanzo, para los niños de entre tres y seis años el equivalente a una arveja y para los menores de 3 años a un grano de arroz.
El uso de enjuagues bucales es siempre complementario y no sustituye nunca al cepillado. Los odontólogos le brindan mayor importancia al uso del hilo dental, cuyo uso es relevante para retirar los restos de comida que se quedan entre los dientes y que es imposible eliminar con el cepillo.
Los dentífricos más caros no necesariamente tienen que ser los mejores. La clave no está en la marca y en lo onerosa que sea la pasta de dientes, sino en la cantidad de flúor adecuada, además de la técnica y la duración del cepillado.
A partir de los seis años es recomendable utilizar una pasta de dientes con 1.450 partes por millón (ppm) de flúor, mientras que en menores de esa edad se aconseja de 1.000 ppm. Por debajo de esa concentración es como si no utilizáramos pasta.
En la mayoría de los casos, el mal aliento o halitosis se produce por causas intraorales, es decir, por una mala higiene bucal que hace que proliferen bacterias en la boca y en la lengua. También pueden provocarla las caries, la gingivitis y la periodontitis (inflamación de encías), la sequedad bucal o el tabaco, ya que la nicotina se adhiere a la mucosa de la boca, la lengua y los dientes.
Para solucionarlo es necesario reforzar la limpieza bucal, tener una buena hidratación y acudir a revisiones periódicas.