De acuerdo con distintas investigaciones dadas a conocer en los últimos tiempos, el cuerpo humano tiene la misma cantidad de bacterias que de células.
Estos estudios reflejaron además que más de mil especies bacterianas dife-rentes habitan en el organismo y que la gran mayoría de los microorganismos se encuentra en nuestro tracto digestivo, principalmente en el intestino, ya que más del 90 % residen en el colon.
La microbiota también existe en la cavidad oral y nasofaríngea, en el tracto genitourinario, en el tracto respiratorio e, incluso, en la leche materna.
Si bien no somos conscientes de su presencia está presente en el quehacer diario y tiene injerencia en el olor de los pies, la halitosis y las caries, además de determinados trastornos gastrointestinales e intolerancias alimentarias.
Las bacterias incluso pueden ser la causa oculta de enfermedades autoinmunes, problemas dermatológicos y dolores articulares, desórdenes que pueden surgir cuando el ecosistema bacteriano pierde su equilibrio y se altera su composición y diversidad.
Asimismo, la armonía de la microbiota intestinal influye en cómo hacemos la digestión y en qué medida digerimos y absorbemos los componentes de los alimentos, porque se encarga de aprovechar los nutrientes que no son digeribles en el estómago y el intestino delgado, y de producir nutrientes esenciales como algunas vitaminas, aminoácidos y ácidos grasos.
Si bien cada persona tiene una microbiota diferente, al punto de que su composición es tan personal como la huella dactilar, lo importante es el equilibrio y la diversidad de las diferentes familias de microorganismos.
En este contexto, hay que distinguir entre:
• Eubiosis: referido a una microbiota normal y equilibrada, con efectos positivos sobre la salud a nivel metabólico, inmunitario, neuronal y de barrera protectora.
• Disbiosis: tiene que ver con los cambios cuantitativos o cualitativos que se producen en la composición de la microbiota, y que pueden provocar alteraciones en su funcionamiento.