El estrés visual, o astenopía, puede definirse como la tensión que se origina como consecuencia de una excesiva demanda de la vista durante largos perio-dos de tiempo.
Los síntomas más habituales de la astenopía se centran en la sensación de malestar ocular y pesadez en los ojos, percepción borrosa o doble de los objetos, enrojecimiento ocular, escozor y aumento de la secreción de lágrimas; disminución de la agudeza visual y dolor de cabeza.
Este efecto de cansancio ocular o incomodidad visual es corriente en personas que realizan su trabajo a corta distancia y durante periodos de tiempo prolongados, es decir, que someten a la vista a una situación de estrés continuo. El esfuerzo ocular que hay que realizar para conseguir una visión adecuada mantenida hace que la persona tenga la sensación de que se atenúa su agudeza visual, aunque sea de manera transitoria.
Los más pequeños también sufren estrés visual. Expertos en el tema sostienen que más allá de que recién a partir de los siete años el sistema óptico está preparado para gestionar las demandas visuales, es común que los menores fuercen la vista antes de que esté por completo desarrollado.
Por tal motivo, insisten en que no se adelanten los procesos de aprendizaje. Según un estudio de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), los 5 años constituyen una edad demasiado temprana para enseñar a leer y forzar la vista con el uso frecuente de pantallas de distinto tamaño (computadoras, teléfonos móviles, tablets).
No poder estudiar por dolor de cabeza, no poder terminar un trabajo por lagrimeo constante e, incluso, no comprender las instrucciones escolares escritas representan algunas de las excusas que pueden poner en alerta a los progenitores.
En tal sentido, es importante fomentar la actividad al aire libre entre los más pequeños, no solo como una forma de enfrentar al sedentarismo sino además para fijar la vista lejos, un hecho que ayuda a la reducción de la fatiga visual.

También es recomendable limitar el uso de videojuegos, computadoras y de la televisión a menos de dos horas al día, sentarse a más de dos metros de la pantalla y verla con la luz encendida, corrigiendo la postura y desviando, de vez en cuando, la mirada.