Está claro que existen marcadas diferencias entre la forma corporal de un organismo joven y el de un anciano. Este cambio, que varía con el paso de los años a un ritmo diferente según las personas, está influenciado por factores genéticos y ambientales.
La edad, la situación fisiológica o patológica, el consumo de medicamentos, la alimentación y la ejercitación física representan también otros factores que determinan el paso hacia la vejez.
Es así que una persona sedentaria puede haber perdido a los 80 años entre un 30 y un 40 por ciento de la masa muscular que tenía cuando era treinteañero.
Esta disminución de masa muscular hace que se pierda fuerza, por lo que en las personas mayores incide directamente en la reducción de la movilidad y de la capacidad para realizar las tareas cotidianas.
En realidad, sobre todo en personas que no practican ningún tipo de ejercitación en forma periódica, la condición física comienza a deteriorarse a partir de los 30 años, cuando empieza a disminuir el número y el grosor de las fibras musculares.
Esta reducción de la masa muscular también implica la disminución del agua corporal y el consiguiente incremento del riesgo de deshidratación, además de una reducción de la masa ósea que acrecienta la posibilidad de fracturas y de contraer enfermedades como la osteoporosis.
Además, en la tercera edad aumenta significativamente la masa grasa respecto de la etapa adulta, de manera especial aquella que envuelve a las vísceras (riñones o hígado), que pasa del 18 al 36 por ciento en los varones y del 33 al 45 por ciento en las mujeres.
Nunca es tarde
Frente al incremento de la incidencia de adquirir enfermedades con el paso de los años, es importante fomentar entre las personas mayores la necesidad de practicar diariamente una actividad física que se adapte al estado de salud de cada persona.
Ejercicios sencillos como caminar a paso ligero, nadar, andar en bicicleta o subir y bajar escaleras pueden ayudar a detener la pérdida de masa muscular y sus consecuencias negativas.
Por otra parte, practicar actividades físicas en forma regular incide directamente en la disminución de la grasa corporal y el incremento de la capacidad para llevar a cabo esfuerzos como subir escalones.
Asimismo, realizar ejercicios reporta beneficios sobre el metabolismo y aumenta el gasto calórico que influye en la reducción del porcentaje de tejido graso, manteniendo activa la masa muscular y mejorando la acción de la insulina.
La vejez también acarrea la pérdida de masa ósea. Por tal motivo, es recomendable que las personas mayores procuren realizar de manera regular ejercicios de fuerza o de resistencia que produzcan impactos en el suelo.
En los últimos tiempos han proliferado los trabajos asociados a programas de entrenamiento de fuerza, siempre adecuados a la capacidad física de la persona, no sólo para tratar de apuntalar el incremento de la densidad mineral ósea, sino también para mejorar el control postural, la velocidad de marcha y el equilibrio.