“Ser docente es abrir puertas”

La platense Ana María Stelman todavía  no sale de su asombro tras haber sido seleccionada por la Fundación Varke, luego de analizar 8.000 postulaciones y nominaciones de 121 países, entre los diez finalistas que aspiraron a la distinción del mejor maestro del mundo, premio que finalmente recayó en la estadounidense Keishia Thorpe.


Ser docente es abrir puertas a los chicos para que vean el mundo y otras realidades, para que perciban que pueden ser capaces de hacer un montón de cosas, para que traten de encontrar la felicidad haciendo lo que les gusta y para que obtengan herramientas con las que defenderse en la vida”.
Ana María Stelman define así a la profesión de maestra, que abraza con pasión desde hace más de 35 años. Una verdadera vocación, a tiempo completo, que este año la llevó a quedar entre los 10 finalistas del Global Teacher Prize 2021 que otorga la Fundación Varkey. un premio que reconoce la importancia de la profesión docente y promueve la excelencia en la enseñanza.
La platense de 56 años fue elegida entre más de 8.000 postulaciones y nominaciones de 121 países en esta iniciativa que es realizada en colaboración con la Unesco y otorgó un millón de dólares al docente más destacado del año, distinción que recayó en la estadounidense Keishia Thorpe.
“En este premio te podés presentar una sola vez en tu carrera. En 2019 me postuló una amiga y cuando me llegó una carta de la fundación diciéndome que me habían nominado, la rechacé porque me dio vergüenza. Pero este año, preparando los bolsones de alimentos en la escuela, mis compañeras y directoras me empezaron a insistir, me terminaron convenciendo y me presenté yo”, sostiene.
Ana María trabajó durante dos meses con el formulario de presentación, haciendo un recuento de todos los proyectos y trabajos que realizó a lo largo de su carrera. Y, para su asombro, quedó seleccionada entre 50 postulantes.
“La sede de la Fundación Varkey, que está en Buenos Aires, me hizo una videollamada grupal y como yo no conocía ningún teléfono los bloqueé a todos (risas). Mirá cómo estaba esperando, ¿no? La verdad ni se me cruzó por la cabeza que podían ser ellos. Después, cuando fui seleccionada entre los 10 finalistas, me hicieron un reportaje para un medio televisivo y me dieron la noticia mientras me hacían la nota. ¡Me mataron con eso! Aparte hicieron ir a mi familia, mis hijos, ¡fue muy lindo!”, reconoce.

El Nobel de la Educación

La nominación se conoció el jueves 14 de octubre tras el lanzamiento global que se hizo desde Londres. Ana María recuerda que a ella se lo anunciaron el día anterior, cuando no pudo contener las lágrimas mientras la cámara registraba su reacción en primer plano. Firmó entonces el compromiso de no decir nada para resguardar la noticia hasta el día siguiente.

-¿Qué fue lo primero que pensaste cuando te dijeron que estabas entre los 10 finalistas?
-Todavía no lo dimensiono. A veces escucho cuando empie- zan a hacerme un reportaje que hablan del Nobel de la Educación, de los 10 mejores del mundo, y me parece que se están refiriendo a otra persona. Siempre trabajé de la misma manera y nunca me imaginé que se me iba a reconocer así el trabajo. Estoy muy feliz, muy emocionada.

-¿Cuál es tu mayor recompensa en la carrera docente?
-El brillo en los ojitos de los nenes cuando entienden, cuando se dan cuenta de que lograron un objetivo. Para mí es eso. La mejor gratificación que puedo tener es cuando un nene dice que quiere estudiar, que aprendió o está empezando a leer y te lo muestra.

-En este contexto tan difícil, al que en estos dos últimos años se le sumó la pandemia, ¿cuál creés que es el principal desafío en el ámbito educativo?
-Creo que el principal desafío que tenemos ahora es empezar a ver qué es lo que necesitamos y trabajar cada uno desde su área de manera responsable. No hay que buscar culpables, sino hacer las cosas que debemos.
Ana María cuenta que siempre quiso ser docente y que nunca se imaginó haciendo otra cosa. Ya de chiquita pasaba lista y corregía jugando a la maestra con sus hermanos y primos. “¡Los torturaba!”, dice entre risas. Lo hacía con el mismo entusiasmo que hoy: miraba cómo enseñaban sus maestras, las estrategias y recursos que usaban, y luego trataba de aplicarlos. Por eso, siente que ahora representa de alguna forma a todos esos docentes que marcaron su camino.
Su trabajo en la escuela comenzó en 1984. El primer cargo lo tuvo en una escuela rural de Melchor Romero (partido de La Plata), tiempo en que consiguió un segundo cargo en el Normal 2. Después hizo suplencias cortas en una escuela privada, “porque cuando recién empezás y no tenés puntaje, no podés acceder a cargos largos y no hay muchas posibilidades de elegir. Cuando pude hacerlo, elegí escuelas de gestión estatal”.

Creatividad y desafíos

En su extensa carrera siempre se destacó por la creatividad y los desafíos. Usó herramientas digitales adaptadas a niños con capacidades diferentes, dirigió talleres y cursos sobre educación medioambiental y de astronomía, llevó a sus alumnos a ferias de geografía y ciencia, y realizó talleres de formación para otros maestros, entre otras actividades.
“Los niños gobiernan la República”, fue uno de sus tantos proyectos para motivar a los chicos en la educación. Consistió en realizar elecciones entre postulantes de todas las escuelas platenses para formar cuerpos legislativos que sesionaran durante un año. Otro proyecto fue aceptar y reconocer el barrio de sus estudiantes, intercam- biando fotos con otros alumnos del país. También participó en el rodaje de un documental para compartir la experiencia de un trabajo colaborativo de astronomía entre La Plata, Jujuy y la Antártida.
Con referencia al Continente Helado, haciendo uso de las herramientas digitales trabajó durante un año con la Base Orcadas, tarea que les permitió a sus estudiantes aprender el trabajo que se realiza en ese lugar y el concepto de soberanía, y que culminó con una videollamada de reencuentro. Pero su creati- vidad no se agota ahí.
Como la escuela donde trabaja está ubicada en el barrio Hipódromo, donde la comunidad tiene un fuerte sentido de pertenencia, decidió trabajar con los excrementos de los caballos para producir compost con lombrices rojas californianas. Y en la pandemia, el vínculo se fortaleció: Ana María trabajó con intervenciones asistidas por animales para lograr la revinculación de aquellos estudiantes que no tenían dispositivos para conectarse a las clases virtuales, evitando así la deserción escolar desde un espacio que era afín a las familias.
-Siempre estoy abierta a atender desafíos. A veces no sé y busco ayuda. Para trabajar con caballos pedí colaboración en la Facultad de Veterinaria. Para abordar la astronomía, en la Facultad de Ingeniería; para un proyecto de educación bucal, en un odontólogo. Busco al profesional que sabe para que me enseñe el contenido, porque lo que yo sé hacer es enseñarlo. Me gusta promover que los alumnos sean críticos, capaces de formular preguntas, de cuestionarse. Esas son las herramientas que después les pueden servir para trasladarlas a otras situaciones de la vida: los contenidos los encontrás en un libro o en Google, pero el tema es comprenderlos.

-¿Recordás alguna actividad en particular que te haya marcado?
-¡Tengo tantas anécdotas! Son situaciones de aula que comparto mucho con los padres. Ahora están de moda los grupos de WhatsApp por la pandemia, pero yo hace tiempo que los tenía con las familias, porque quería justamente compartir esas situaciones que las disfruta nada más que el maestro. Por ahí envío una foto con un ‘mirá cómo está leyendo tu hijo’, ‘mirá cómo está trabajando’.
Para incentivar la lectura, la docente platense también usó el ingenio. Con los materiales disponibles creó en una escuela un estudio de radio y en otra, uno de televisión. La primera propuesta consistió en que los chicos salgan con su celular a hacer reportajes por la escuela, que luego eran utilizados en el programa radial que contaba con tandas musicales y publicidades elaboradas por los propios estudiantes: “Ahí estaba la parte de redacción, de expresión oral, de animarse a hacer preguntas. Sn cosas que van surgiendo en el aula ante las necesidades que tengo que resolver”, señala Ana María.
Y agrega: “El programa de TV lo hicimos porque no querían leer en voz alta, les daba vergüenza. Entonces agarré un afiche, le recorté una ventana, lo puse a través de un palo de escoba que lo tenían dos nenes y (los estudiantes) se ponían atrás del cuadrado ese y leían. En la foto salía nada más el cuadro y el nene que estaba en la TV, y no se veían ni el palo ni los pies”.

-¿Hay docentes que ven estas prácticas y quieren imitarlas?
-Creo que es contagioso y espero que así sea, porque me gustaría poder compartirlo más. Participé en jornadas para docentes y talleres para contar experiencias, dentro de mis posibilidades, y es lindo. Como en el grado, con que uno te escuche y pueda aplicarlo, estás feliz.
La docente platense confiesa que la inquieta tener que dejar su trabajo. Por eso, una vez que se jubile, quiere seguir aportando a la docencia desde otro lugar.
-Tengo algunas cosas pensadas respecto de lo personal y después me gustaría colaborar con una fundación porque he visto cómo trabaja en el barrio Villa Elvira, ayudando mucho a la comunidad y trabajando a contraturno con la escuela 125. Seguramente van a surgir proyectos.
Más allá de esta notable distinción, la carrera de Ana María parece no tener techo: “Tengo que seguir creciendo, siempre hay que evolucionar”, asegura. Y por eso imagina así a las escuelas del futuro, en constante evolución.


-Creo que si empezamos a trabajar con responsabilidad y con ganas, vamos a avanzar. ¡Es el futuro nuestro!, así que tiene que ser así.

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Modificado por última vez en Miércoles, 17 Noviembre 2021 09:52

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