Pleno de misticismo e historia milenaria, Puno es un lugar plagado de atractivos y encantos, considerado como la casa del lago Titicaca, de donde, según cuenta la leyenda, emergieron desde sus aguas los hijos del Sol, Manco Cápac y Mama Ocllo, para civilizar a las masas, venerar al Dios Sol y fundar el poderoso Imperio Incaico.
Enclavada en las orillas de la bahía de Puno, esta población del altiplano soporta altitudes que van de los 3.800 a los 4.000 metros y es considerada la capital folclórica de Perú gracias a su célebre Fiesta de la Virgen Candelaria, declarada Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, además de representar la puerta de entrada para visitar las sorprendentes islas flotantes del pueblo de los uros.
La cultura de los uros, una etnia más antigua que la de los incas, floreció en estas tierras al amparo de una forma de vida basada en el medio acuático, hasta el punto de vivir sobre las mismas aguas del lago Titicaca.
Las islas flotantes de los uros se han convertido en la gran maravilla de la bahía de Puno, un mundo fascinante y sorprendente a partir del suelo sobre el que se movilizan, su estilo de vida, sus oficios, su artesanía e incluso sus casas, basadas en las plantas más representativas del medio: las totoras, una especie de juncos perennes que representan la base fundamental de toda una cultura que ha venido aprovechándolas a lo largo del tiempo.
Desde el puerto de Puno no sólo parten las embarcaciones que unen Perú con Bolivia a través de la masa de agua dulce más grande de Sudamérica, sino también los botes que transportan a los pasajeros hasta ese mundo flotante que se extiende unos kilómetros más allá sobre las aguas.
En el lugar también existen diversos complejos arqueológicos dignos de visitarse, como el de Cutimbo, el centro funerario más importante del sur peruano, y el de Chulpas de Sillustani, un antiguo cementerio vinculado a rituales funerarios de las culturas Inca, Colla y Tiahuanaco.