En los primeros años, e incluso cuando comienza la convivencia, una persona podría describir a su pareja con los ojos cerrados y hasta anticipar su comportamiento. Pero a medida que pasa el tiempo, puede surgir la duda acerca de si todavía existen puntos en común que sostengan ese tándem que supo funcionar tan bien.
Psicólogos que se especializan en vínculos sostienen que a veces el rango de intereses y perspectivas se va modificando, por lo que hay que ponerse en nueva sintonía, encontrando interés no solamente en el propio proceso sino también en el del otro.
Está claro que un cambio vital no sucede de un día para otro sino de manera paulatina, a través de nuevos rangos de interés y diálogos que cambian de puntos de vista, a partir de que cada individuo que compone una pareja no es simétrico y, muchas veces, ese crecimiento que alguno de los dos vive o percibe puede representar una fortaleza o bien una “falta” en ese vivir de a dos.
En tal sentido, lo más importante es entender, en primer lugar, que cada quien vive su proceso y es clave respetar a la pareja, comprendiendo con empatía y aceptación, si verdaderamente hay amor, que no siempre se puede caminar juntos sin observar diferencias en ese crecimiento.
Identificar una fase de cambio o evolución en uno o ambos integrantes de la pareja no representa, obligatoriamente, un punto de inflexión irreversible, porque también es posible que aparezca un nuevo desafío en la relación.
Precisamente esa diferencia puede significar un crecimiento como equipo y dar lugar a que, si bien puede afectar la relación, no es el final del camino. La apertura, la generosidad y el escuchar al otro y escapar de la soledad pueden constituir pilares fundamentales para dar mayor sostén a una relación, sin importar el paso del tiempo y los nuevos desafíos.