Los accidentes cerebrovasculares afectan anualmente a 120 personas en el país, por lo que resulta necesario identificarlos y tratarlos dentro de las primeras cuatro horas y media de producidos para prevenir secuelas graves y muertes.
Se trata de un evento que se produce por la imposibilidad de que llegue sangre al cerebro, debido a la obstrucción de una arteria cerebral tapada por un trombo o coágulo (denominado isquémico, el 80% de los casos) o bien porque la arteria se rompe y provoca un sangrado (hemorrágico, el 20%).
A nivel mundial, constituyen la principal causa de discapacidad y la tercera de muerte. Los desencadenantes son múltiples y muchos tienen que ver con hábitos y enfermedades como la hipertensión arterial, el taba-quismo, la diabetes y el consumo de alcohol. Por lo tanto, si se modifican los mencionados hábitos y se controlan las enfermedades asociadas es posible prevenir buena parte de ellos.
Para llegar al hospital a tiempo, es clave identificar los signos de alarma. Entre los más frecuentes se destacan aquellos repentinos como la dificultad para coordinar o articular palabras, para tragar (babeo), la sensaciones de confusión mental, adormecimiento y debilidad en piernas y brazos, entumecimiento o adormecimiento de alguna parte de la cara, dolor de cabeza muy intenso que no calma con analgésicos comunes, trastornos parciales o totales de la visión y dificultad para coordinar los movimientos.
El mayor problema en el tratamiento del ACV es el tiempo de demora en la consulta. Para abordarlo oportunamente es fundamental trasladar a la persona afectada de manera inmediata a un centro asistencial, si es posible que cuente con servicio de tomografía computada, terapia intensiva y personal capacitado para su abordaje.
A quienes padecen un ACV isquémico se les puede realizar un tratamiento mediante la administración de una medicación que rompe los coágulos que obstruyen las arterias.