Punto de entrada a la Ilha Grande, a partir de la incesante actividad portuaria enmarcada por embarcaciones provenientes de Angra dos Reis y Mangaratiba, Abraao cuenta con bonitas playas en todo el litoral marítimo.
Tradicionalmente se trataba de una villa de pescadores, aunque recientemente su actividad se centra más en el turismo, con una oferta variada de posadas y albergues, todos en casitas pequeñas de playa, de una planta, o como mucho dos.
Detrás del pueblo se acumulan montañas de un verde impactante, que se mantienen así durante todo el año, con diversos caminos y senderos por los que caminar entre la mata atlántica (vegetación selvática propia de Brasil), para acceder a otras playas o a lugares interesantes dentro de la isla.
Desde Abraao se puede realizar paseos a los lugares más interesantes de los alrededores de la isla. Para ello en el pueblo hay una serie de pequeñas agencias de viajes que tienen escunas, (barcos a motor, pero que tienen mástil), donde contratar los paseos turísticos a lugares como Lopes Mendes, Saco do Ceu, Lagoa Azul o Lagoa Verde.
Por su gran belleza natural, Abraao es un lugar que vale la pena conocer y, más allá del pueblo, el concepto podría extenderse a toda Ilha Grande en general. Por tal razón, conviene aprovechar allí varios días, ya que hay muchos lugares cercanos que son dignos de visitar.
La isla fue un presidio hasta 1994, cuando el gobierno del Estado de Río de Janeiro decidió desactivarlo, por lo que en materia turística es un destino relativamente nuevo, en el que no hay automóviles ni transporte terrestre a motor, estando sólo está permitido andar a pie, en bicicleta o en barco.
Después que se dinamitara el edificio de la prisión, en 1998 la Universidad de Río de Janeiro obtuvo el derecho de cesión del área y de las dependencias que ocupaba, inaugurando el Centro de Estudios Ambientales y Desarrollo Sostenible.