Albania: el último secreto de Europa

Tras décadas de aislamiento, el país balcánico que todavía mantiene un bajo perfil en el Viejo Continente, se abre al mundo con una mezcla irresistible de playas espléndidas, bosques tupidos y ciudades otomanas, auténticas joyas que vale la pena descubrir, no solo por sus convenientes precios sino por sus bellezas naturales e históricas.


Situado al norte de Grecia y frente a las costas del sur de Italia, Albania representa un país diferente al resto de sus vecinos balcánicos.
Es que después de años de aislamiento ha resuelto no solo abrir sus puertas al mundo sino comenzar las negociaciones de adhesión a la Unión Europea, un gran paso adelante tras el oscuro régimen instalado por el dictador Enver Hoxha, quien gobernó la nación desde 1944 hasta su fallecimiento, acontecido en 1985.
Conocer Albania puede deparar que un viaje se convierta en una pequeña aventura, atravesando territorios montañosos por carreteras sinuosas, pueblos que constituyen un mosaico veneciano de iglesias bizantinas con frescos y mezquitas desnudas, santuarios y casas otomanas de blanco reluciente y conglomerados de empresas de la era soviética.


Pero sin duda el descubrimiento más sorprendente son sus 400 kilómetros de costa en los que la arena del Adriático se funde con las piedras de las playas jónicas.


Tirana, la capital, es una ciudad donde la vida fluye incesante, tanto en el denso tráfico del centro como en los bazares o en las mezquitas durante la oración de la tarde. También alberga museos que conservan espléndidos testimonios del pasado, galerías de arte y una plaza a la que se asoman edificios históricos, desde la bella mezquita de Ethem Bey a los bancos de época fascista (años 30) o los túneles secretos de la Guerra Fría.
También ocupa un lugar importante en la oferta turística la llamada Riviera Albanesa, cuyas playas se llenan de gente y bullicio en verano, rompiendo la quietud de sus aguas turquesas, así como el pueblo de Ksamil, construido en la década de 1960 en el Parque Nacional de Butrinto, que debe su popularidad a las tres pequeñas islas vírgenes situadas frente a su costa. Muy cerca se encuentra el Ojo Azul, un manantial de 50 metros de profundidad de donde emanan aguas azuladas. Visto de lejos, recuerda mucho al iris de un ojo y de ahí su nombre.

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Modificado por última vez en Jueves, 18 Agosto 2022 16:24

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