Por desempeñar un papel muy importante en la salud ósea, el metabolismo, el sistema cardiovascular y el mantenimiento del sistema inmune, la vitamina D es sumamente necesaria para el buen funcionamiento del organismo.
Esta vitamina tiene, además, la particular característica de que si bien está presente en algunos alimentos, la obtenemos sobre todo por la exposición de la piel a la luz del sol.
Frente a esta peculiaridad bastante conocida, uno de los interrogantes planteados desde el inicio de la pandemia se centra en cómo mantener los niveles de estos compuestos heterogéneos imprescindibles para la vida durante el tiempo de cuarentena.
Es que para las personas que viven en las ciudades, en pisos interiores o en viviendas cuya orientación no permite que entre directamente la luz solar, la carencia de vitamina D se ha convertido en un tema de preocupación.
En tal caso, resulta menester prestar más atención a la dieta alimenticia, porque también puede obte-nerse a partir de ciertos alimentos, como por ejemplo los pescados grasos (atún, bonito, salmón, caballa, jurel, anchoas, sardinas, boquerones), langostinos, aceite de hígado de bacalao, yema de huevo, bebidas a base de almendras, muesli, algunas variedades de hongos y lácteos (queso para untar, leche y yogur enriquecido).
Este nutriente esencial para nuestra salud lo es aún más durante el embarazo, ya que, entre otras cosas, es importante para el desarrollo de los huesos del bebé y su déficit durante la gestación está relacionada con el bajo peso al nacer.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no recomienda que las embarazadas tomen suplementos de vitamina D, aunque sí subraya el cuidado especial para que no falte para el adecuado desarrollo neurológico del bebé.
Precisamente acerca de la necesidad de utilizar complementos vitamínicos, de manera especial las personas de la tercera edad que necesitan un mayor aporte diario de esta vitamina, la OMS recomiendo hacerlo siempre bajo prescripción médica.