El turismo enológico también tiene su lugar en la provincia de Tucumán donde, desde Tafí del Valle hasta el Corredor de la Ruta 40 en los Valles Calchaquíes, se celebra la historia y la cultura del trabajo en terruños que revelan la ruta del vino tucumano, una alternativa que conjuga colores, aromas y paisajes.
El recorrido trepa desde los 1.750 hasta los 3.000 metros sobre el nivel del mar, con 350 días soleados al año y una amplitud térmica y vientos que aseguran la sanidad de las uvas y una diversidad de cepas (comprendidas desde el malbec al torrontés) que sintetizan el mundo vitivinícola.
La diversidad en la elaboración de vinos en suelo tucumano es una constante. Los hay artesanales, boutique e industriales y muestra también la historia de los pueblos originarios, lo ancestral, lo español y lo jesuita. Así el visitante descubrirá que en los Valles Calchaquíes existen viñedos desde fines del siglo XVI y, que la bebida nacional se elabora desde el siglo XIX.
En general en estos viñedos se trabaja la tierra en forma orgánica, con abonos naturales de guano y orujo, mientras que el riego es por goteo, con aguas de alta montaña o pozos profundos.
Entre las particularidades del recorrido está la bodega Luna de Cuarzo, creada por Silvia Gramajo, la primera mujer tucumana que desarrolló su emprendimiento sobre la ruta 40. Por otra parte, el establecimiento Vinos de Los Amaichas es el único de la Argentina y la tercera bodega del mundo en ser administrada y dirigida por una comunidad de un pueblo indígena, y se encuentra sobre la ruta provincial 307.
Además de los vinos, las fincas y los viñedos, el recorrido también ofrece artesanos ceramistas y textiles, travesías en 4x4, cabalgatas, senderismo y la posibilidad de acceder al observatorio de astronómico de Ampimpa.
Para llegar al Camino del Vino Tucumano, desde San Miguel se debe ir por la ruta provincial 307 hacia Tafí del Valle, por la Cuesta del Infiernillo hasta Amaicha del Valle, y el acceso a la ruta 40 rumbo norte hasta Colalao del Valle.