Tras décadas de aislamiento, el país balcánico que todavía mantiene un bajo perfil en el Viejo Continente, se abre al mundo con una mezcla irresistible de playas espléndidas, bosques tupidos y ciudades otomanas, auténticas joyas que vale la pena descubrir, no solo por sus convenientes precios sino por sus bellezas naturales e históricas.