A lo largo de la vida los huesos cambian constantemente. En este marco, el hueso nuevo crece mientras el viejo se descompone y el cuerpo lo absorbe.
Cuando una persona es joven, el hueso nuevo crece más rápido de lo que su cuerpo descompone el viejo, contribuyendo a que tenga una masa ósea elevada.
Una vez que el cuerpo comienza a descomponer el hueso viejo más rápido de lo que crea el nuevo, la masa ósea comienza a disminuir. Esto produce que los huesos se debiliten y hasta se rompan.

El comienzo de este declive se conoce como osteopenia, una afección que en algunas personas puede derivar en osteoporosis, una enfermedad aún más alarmante.

Las causas de un bajo registro de masa ósea incluyen la historia familiar, no desarrollar buena masa ósea de niño y ciertas afecciones o medicinas. No todas las personas con baja masa ósea tienen osteoporosis, pero están en alto riesgo de padecerla.
Las mujeres tienen una masa ósea en general más baja (un hecho que se acelera después de la menopausia, cuando los niveles de estrógeno disminuyen) y absorben menos calcio que los hombres, por lo que regis- tran más probabilidades de tener osteopenia.
La mayoría de las personas que padecen osteopenia no presentan síntomas, ya que la pérdida de masa ósea no es dolorosa. En este contexto pueden producirse roturas de huesos o fracturas, pero estas problemáticas tienden a producirse cuando la osteopenia deriva en osteoporosis.
Para prevenir la disminución de la masa ósea es recomendable la ingesta de alimentos ricos en calcio (lácteos descremados y bajos en grasa, salmón, espinaca, brócoli) y vitamina D (jugo de naranja, panes y cereales secos), así como realizar ejercitación física periódica, preferentemente en un gimnasio, ya que el soporte de peso, sumado a caminar, trotar y subir escalones, pueden ayudar a fortalecer los huesos, desarrollar músculo y mejorar el equilibrio, previniendo las fracturas.