El cáncer de mama es una enfermedad motivada por una proliferación de células en el tejido mamario y, después del que afecta a la piel, es el tipo de cáncer más común diagnosticado en mujeres.
Pero más allá de que mayoritariamente se desarrolla en las mujeres (99% de los casos), el cáncer de mama no solo es sinónimo del sexo femenino, ya que todas las personas nacen con un poco de tejido mamario, por lo que cualquiera puede contraer la enfermedad.
Las tasas de supervivencia del cáncer de mama felizmente están en aumento, y esto se debe en gran parte al amplio apoyo a la concientización y a los avances en los exámenes de detección, que les permiten a los profesionales de atención médica diagnosticar la enfermedad más temprano, aumentando las probabilidades de curación.
La mayoría de las personas no experimentarán ningún síntoma cuando el cáncer esté aún en fase temprana, por lo que es importante la detección precoz.
La enfermedad puede presentar distintas combinaciones de síntomas, especialmente cuando está en una fase más avanzada, que pueden incluir:
• Nódulo o engrosamiento en el seno, a menudo sin dolor.
• Cambio en el tamaño, forma o aspecto del seno.
• Aparición de hoyuelos, enrojecimiento, grietas u otros cambios en la piel.
• Cambio en el aspecto del pezón o la piel circundante (aréola).
• Secreción de líquido anómalo o sanguinolento por el pezón.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsa la Iniciativa Mundial contra el Cáncer de Mama que apunta a reducir en un 2,5% anual la mortalidad mundial por esa enfermedad, con lo cual entre 2020 y 2040 se evitarían 2,5 millones de fallecimientos por cáncer de mama en todo el mundo.
En caso de cumplirse ese objetivo, para 2030 se evitarían el 25% de las muertes por cáncer de mama entre las mujeres menores de 70 años, y para 2040 esa proporción sería del 40%. Los tres pilares para alcanzar ese objetivo son: la promoción de la salud para una detección precoz, el diagnóstico oportuno y la gestión integral del cáncer de mama.