El aumento de la expectativa de vida que se ha observado en los últimos tiempos generó numerosas modificaciones en la forma en que se concibe el envejecimiento y el proceso de retiro del período laboral formal, que puede ser considerado como una etapa de riesgo o de oportunidad.
Esto depende de numerosos factores, entre ellos genéticos, históricos, contextuales y personales. Dentro de estas últimas características se incluyen la personalidad, las emociones, las acciones y la forma de interpretar los sucesos a lo largo de la vida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al envejecimiento saludable como el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez.
Si bien el control que una persona puede tener sobre sus aspectos genéticos y contextuales es nulo, o en el mejor de los casos muy limitado, sí existe mayor capacidad de elección acerca de algunos aspectos personales, especialmente en las acciones que se llevan a cabo en forma diaria y en la forma de interpretar los sucesos vitales.
En tal sentido, hay algunas acciones que pueden ayudar a transitar de forma saludable la denominada tercera edad:
1) Incluir en la rutina diaria actividades que generen disfrute. Para ello es importante tener registro acerca de qué nos genera placer y emociones como alegría, gratitud, esperanza, curiosidad, ya sea pasear el perro, leer, conversar con un ser apreciado o realizar una ejercitación física. Lo importante es desarrollarlo con frecuencia y que se adapte a nuestros gustos y capacidades.
2) Fomentar el contacto social. El período del retiro puede resultar solitario, por lo que evitar el aislamiento es relevante para favorecer el bienestar en dicha etapa. Mantener un contacto frecuente con seres queridos (familia, amigos) y con el entorno (vecinos o vendedores de comercios cercanos) resulta primordial para sentirse bien y mantenerse conectado.
3) Generar espacios de aprendizaje. Más allá de los conocidos beneficios a nivel cerebral y cognitivo, aprender cosas nuevas (idioma, deporte, actividad manual) genera también múltiples provechos.
4) Llevar a cabo actividades con un propósito. Son aquellas en las que la persona puede aplicar sus fortalezas personales y capacidades para algo que trasciende a uno mismo. Por ejemplo, participando de actividades de voluntariado o ayudando a un ser querido o extraño.
5) Mantener un estilo de vida activo. Considerando siempre en primer lugar las posibilidades individuales, es importante que las personas puedan mantener la mayor independencia y autonomía posible en las actividades y rutinas diarias. Los beneficios de mantener una rutina activa y autónoma no son solo físicos, sino también psicológicos.