Las emociones pueden hacernos reaccionar rápidamente ante situaciones que requieren respuestas urgentes, pero a la vez también es factible anclarnos en el pasado si no sabemos gestionarlas bien.
Acerca de este último aspecto el resentimiento es el ejemplo más claro, porque una experiencia pasada puede mantenernos reviviendo una y otra vez el sentimiento de molestia que alguna vez experimentamos, cuando en realidad no tendríamos por qué estar sufriendo en el presente.
Teniendo en cuenta que en la gran mayoría de las veces el rencor está dirigido hacia una persona o colectivo concreto, el primer paso para afrontar la situación es detectar contra quién estamos dirigiendo esa hostilidad.
En tal sentido hay que tener en cuenta que el principal motivo por el que debemos dejarlo atrás es no hacernos daños a nosotros mismos. Aceptar que no todos tienen un papel importante en nuestras vidas resulta relevante para superar el resentimiento que en algunos casos podamos albergar contra alguien.
A veces, alejarse de una persona es bueno para superar la primera fase del enojo, pero esta etapa no debería prolongarse demasiado si no queremos que las consecuencias negativas de ver nuestra libertad restringida a la hora de movernos se convierta en una fuente más de malestar.
Los sucesos solo tienen importancia si se la damos, por lo que si no le brindamos protagonismo a quienes nos ofenden podemos hacer que lo que opinen de nosotros o el hecho de que nos intenten incomodar no tenga relevancia.
Por último, nos ahorraremos muchos momentos de fastidio si aprendemos a aceptar que cometer errores no es en sí motivo para generar enemistad con alguien, incluso si eso tiene consecuencias negativas para nosotros.
Por tal razón, saber cómo superar el resentimiento no es tanto un acto por el que valoramos si tenemos motivos para culpar a alguien de algo malo que ha ocurrido, sino más bien en un acto para dar vuelta la página y centrarnos en otros aspectos de la vida que nos resulten más estimulantes.