Editado hace más de 30 años, con varios millones de ejemplares vendidos y traducido a 30 idiomas, el libro Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen, escrito por Adele Faber y Elaine Mazlish, fue definido por el diario estadounidense The Boston Globe como “la biblia de la crianza”.
“Yo era una gran madre antes de tener hijos”, confiesa una de las autoras (que eligieron escribir a una sola voz). “Era una experta en por qué todos los demás estaban teniendo problemas con sus niños. Hasta que tuve tres propios”.
Las escritoras reconocieron que en medio de peleas y desafíos a la autoridad parental, casi sin quererlo, recurrieron a un grupo de autoayuda para padres, en el que se sugirió poner el foco de atención en la comunicación mantenida con los hijos, de manera tal de que confiaran en sus propias percepciones y no en la de los progenitores.
“No es un camino fácil, porque hay que aprender a escuchar y a reconocer sus emociones”, aclaran las autoras. “Casi todos crecimos en una sociedad que tendió a negar nuestras emociones, por lo que el lenguaje de la empatía y la aceptación es un aprendizaje y, como tal, requiere paciencia, conciencia y, sobre todo, práctica”.
El segundo tema que abordaron las autoras se centró en cómo lograr que los chicos cooperen con las tareas de la casa, y que no hagan cosas que uno no quiere que hagan.
Frente a esto, recomendaron no poner en práctica críticas, acusaciones y advertencias, dejando de lado los retos y apelando más bien a la autonomía, la inteligencia y la voluntad de los chicos.
En tal sentido, destacaron la necesidad de “tomar un camino diferente, expresando firmemente lo que uno siente, sin criticar el carácter del niño/a. Hay que dejar en claro lo que se espera de ellos y ofrecer opciones para resolver la cuestión apelando a la colaboración mutua”.