48 años al servicio de la comunidad sorda y su inclusión

Con el transcurrir del tiempo, la Escuela Especial N° 513 “Juan Bautista Azopardo” de Bahía Blanca se ha convertido en un establecimiento bilingüe, que enseña la lengua de señas y en lengua de señas. El anhelo es que esos aprendizajes se extiendan a la comunidad, para se concrete una verdadera integración.


Fundada el 14 de abril de 1976 y con sede en Tucumán 335, la Escuela Especial N° 513 “Juan Bautista Azopardo” es el único establecimiento de Bahía Blanca y la región especializado en la enseñanza de personas sordas.
Según detalla la directora Aldana Galli, la enseñanza comenzó con una línea oralista y una mirada rehabilitadora, que pretendía que el estudiante sordo hablara como el estudiante oyente, pero desde hace más de una década hubo un cambio de paradigma.
“A partir de 2010 o 2011 se empezó a tener una mirada bilingüe: la lengua primera de los estudiantes sordos tiene que ser la lengua de señas y, a partir de ahí, seguir trabajando las lenguas oral y escrita, a medida que lo puedan hacer”, agrega la vicedirectora Romina Compagnucci.
-Con este cambio, ¿se observó una evolución en los estudiantes?
Compagnucci: Sí, totalmente, porque la identidad de las personas sordas es la lengua de señas. Nosotros tenemos estudiantes sordos con padres sordos cuya lengua materna es la lengua de señas, pero después tenemos familias oyentes donde nacen niños sordos y a veces se dificulta que la primera lengua sea la lengua de señas. La aprenden más tardíamente, pero los resultados igual son mucho mejores que antes. Además, algunos chicos tienen audífonos, otros están implantados, y se fortalece la lengua oral y la lengua escrita en la parte de alfabetización.
El plantel profesional está compuesto por 35 personas, entre docentes, preceptoras y equipo. Y su matrícula es de 73 alumnos: algunos concurren solamente a la sede de calle Tucumán y otros realizan su trayectoria en otros establecimientos a través de propuestas de inclusión y asisten a la escuela 513 para trabajar cuestiones específicas del español escrito.
Esas propuestas de inclusión ocurren en los niveles inicial, primario y secunda- rio, siguiendo los diseños curriculares correspondientes a cada uno.
-¿Cuál es la mayor satisfacción de este trabajo?
Galli: Los cambios, no solamente cuando egresan, sino aquellos que se observan apenas llegan: los chicos que tienen un tipo de educación más oralista o todavía no tienen la mayor cantidad de señas van cambiando en su manera de relacionarse y de encontrarse con el otro a partir de que empiezan a aprender señas.
Compagnucci: Uno piensa que la palabra es solamente desde la oralidad y no, a través de la lengua de señas ellos empiezan a comunicarse, a expresar sus necesidades, construyendo su identidad, que no empieza y termina solamente en la escuela, sino que después continúa en la comunidad sorda de la localidad.
“Aprender lengua de señas es como aprender otro idioma. Es una lengua estructurada y arbitraria, con su propia gramática, sus tiempos verbales, sus giros idiomáticos”, dice Galli.
Como parte de su enseñanza, la escuela 513 también realiza capacitaciones en su sede, generalmente destinadas a estableci- mientos que trabajan con chicos sordos y sus familias. Este año, no obstante, se trasladó al centro cultural de la Cooperativa Obrera (Zelarrayán 560) por el enorme interés comunitario: esperaban entre 20 y 30 personas y se sumaron 150.
“Eso es importante, es inclusión. Que el otro llegue a un espacio, se pueda expresar, decir lo que le está pasando y tenga una respuesta, representa una manera de estar en el mundo”, asegura Galli.
A propósito, el año pasado se sancionó la ley 27.710, que reconoce la lengua de señas a nivel nacional, un paso importante para que su enseñanza llegue a todas las escuelas y se dicte como el inglés o cualquier otro idioma.
Hoy, las instituciones educativas donde concurren estudiantes sordos trabajan en propuestas de inclusión, para que los chicos además de aprender los contenidos puedan vincularse.
“Se pone el foco en la dificultad comunicacional, no en la persona sorda. Si bien hay una situación de discapacidad, el problema no es del estudiante sordo sino del contexto que no está preparado para que pueda pertenecer a él”, remarca Galli.


Otro aspecto que aborda la escuela 513 son los Trastornos Específicos del Lenguaje (TEL). En estos casos, los chicos también llegan con la frustración de no poder comunicarse con los demás porque no tienen un habla inteligible o presentan otras dificultades comunicacionales y pedagógicas.


“En ese caso también hablamos de comunicación y de derechos. Los chicos tienen que aprender de la forma que pueden y nosotros, como parte del sistema educativo, debemos garantizarlo”, subraya Galli.
“La inclusión va más allá de la persona con discapacidad: es repensar de qué manera se apropian de los contenidos, porque no todos lo hacemos de la misma manera”, añade Compagnucci.
“Por supuesto, hay ciertas resistencias. Así ocurre cada vez que alguien se encuentra con algo nuevo”, plantea Galli.
“De todas maneras, no todas las docentes están preparadas para trabajar con distintos alumnos, es imposible. Pero lo importante es acercarse al otro y ver cómo aprende. Hoy por hoy la inclusión está focalizada en el trabajo con los docentes, porque las maestras de inclusión van más o menos cuatro horas a la semana dos días, pero la docente del grupo y los profesores son los que están todo el tiempo con ese estudiante, entonces son los que tienen que aprender a realizar actividades o las propuestas pedagógicas, para que ese estudiante pueda aprender”, agrega.

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Modificado por última vez en Martes, 20 Agosto 2024 11:51

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