Con un variado programa de actividades la ciudad de Venecia recordará este año a su hijo pródigo, Marco Polo, el mercader que acercó Asia a Europa, al cumplirse 700 años de su fallecimiento, acontecido el 8 de enero de 1324.
Nacido en el seno de una familia adinerada el 15 de septiembre de 1254, el explorador italiano siguió los pasos de su padre Niccolo y su tío Matteo (pioneros en viajar a China), llegando a Asia con un objetivo: explorar territorios que en gran medida eran desconocidos para los europeos de la época.
Durante el tiempo que duró su ambicioso viaje conoció todo tipo de culturas, llegando a vivir en la corte de Kublai Kan, también mencionado como el Gran Kan del imperio mongol, cuyo imperio se extendió desde China al Volga.
Entre otras cosas, el comerciante dejó como legado “Il Milione” o “Libro de las maravillas”, una recopilación de crónicas de los viajes que realizó por el Extremo Oriente entre 1271 y 1295, mezcla de su experiencia e imaginación, considerado como el documento de referencia de todo viajero que se preciara y traduciéndose a un sinfín de lenguas y dialectos europeos.
Marco Polo describió, por ejemplo, el petróleo, cuando a su paso por Armenia habló de un aceite “no bueno para comer, pero que arde”, así como animales exóticos, piedras preciosas, palacios, frutas, alimentos o preciadas especias ignotas, aunque no la pasta, como le atribuye la leyenda, pues ya por entonces se elaboraba en los molinos italianos.

Influencia sobre Colón

Tras tomar la Ruta de la Seda y navegar en barco por la costa italiana en dirección sur, pasando por Grecia y Turquía, Marco Polo estimuló el crecimiento comercial entre Europa y Asia, con un énfasis particular en las mercancías de lujo como la seda, las especias y la porcelana.
Familiarizado con sus relatos y descripciones, Cristóbal Colón siguió sus pasos en la creencia de que se podía llegar a Asia tras navegar hacia el oeste desde Europa, lo que eventualmente desembocó en el descubrimiento de América.
Marco Polo regresó a Venecia hacia el año 1300, casándose con una noble llamada Donata, con quien tuvo tres hijas (Fantina, Bellela y Moreta), hasta que la muerte lo sorprendió a los 70 años, siendo su cuerpo sepultado en el monasterio de San Lorenzo, en su ciudad natal.

Sus descubrimientos contribuyeron a expandir y esclarecer el conocimiento geográfico que existía para el mundo en aquella época.

Y si bien algunas de las descripciones resultaron inexactas, representaron un aporte valioso de información acerca de la topografía, las ciudades y las costumbres de las regiones que visitó.