Generalmente, los desastres suelen llegar sin advertencias o con muy poco aviso. Y lo cierto es que, en un instante, pueden deparar consecuencias para viviendas y la propia comunidad.
En este contexto, resulta común que después de un catástrofe se presenten diversas reacciones en las personas que lo sufrieron, entre ellas cambios en los pensamientos, sentimientos y comportamientos.
Comprender cómo podría verse afectado alguien después de una devastación puede ayudarlo a sobrellevar mejor la situación. Los sentimientos de tristeza, ira y dolor son reacciones normales a acontecimientos desastrosos.
Si bien es posible que en un principio no se experimenten estas sensaciones, cuando la persona está dedicando su tiempo y energía a reconstruir lo perdido, más tarde podrían salir a la superficie, especialmente cuando algo le hace recordar lo sucedido.
El impacto emocional puede ser de tal magnitud que es factible que afloren la desesperanza, la irritabilidad y el temperamento explosivo, la frustración y el resentimiento, la pérdida de interés en las actividades diarias e incluso el olvido de nombres y cosas empleadas con frecuencia.
Para reducir el estrés es conveniente no aislarse y hablar con otras personas acerca de cómo se sienten y sobre lo que ha pasado, así como no sobrecargarse de trabajo, destinando tiempo para estar con la familia, divertirse, relajarse o practicar alguna actividad física. También hay que prestar atención a la salud, llevando una dieta sana y durmiendo lo suficiente.
En la medida de lo posible, las familias deben mantener sus rutinas, como comer juntos regularmente, compartir actividades y continuar con otros rituales que ayuden a dar a la vida un sentido de orden y normalidad, que ayude a reconfortar en tiempos de incertidumbre.
En cuanto a los niños es conveniente que hablen sobre sus experiencias y expresen libremente sus sentimientos, poniendo atención a si se suscita algún cambio en el comportamiento o cualquier otra señal que pueda indicar angustia emocional.