La separación de una pareja implica enfrentar el mandato de que el amor es para toda la vida. Este mito suele ser un gran obstáculo, porque conlleva cerrar toda posibilidad de pensar que si algo no anduvo bien podemos seguir otro camino y también dejar de querer.
Las creencias pretenciosas sobre el amor, las expectativas desmesuradas y la idealización provocan que encontrarse con otra realidad depare inevitablemente en frustración y desencanto.
Darnos cuenta que ese “otro/a” no representa la pareja idealizada puede significar que el universo se venga abajo. Frente a esto existen dos caminos: comenzar a construir el amor o pensar en la separación y elaborar el duelo por ello, más allá de las dificultades que significa reconocer que algo anda mal y el padecimiento posterior de sentirse “solo/a”, algo que suele ser difícil de sobrellevar.
Sufrir por amor es otro mito muy instalado que no ayuda y obstaculiza la separación. Muchas veces esta significación lleva a estar en compañías nocivas y también limitantes de desarrollos personales, en esa meta utópica que representa alcanzar el amor de nuestras vidas, o la media naranja que “nos complete”.
Al respecto, el reconocido filósofo y psicólogo francés Paul-Michel Foucault sostenía que hay que dejar de idealizar el amor y aprender a construir un vínculo, “porque amar es un arte”.
“Nuestra sociedad y la cultura tienen que empezar a mostrar otras concepciones sobre el amor, otras formas de quererse más diversas e inclusivas, otras formas de ayudarse y tender redes de solidaridad”.
Por otra parte, estar nuevamente solos y solas puede significar encontrarse en la intimidad de nuestro ser, conocerse en profundidad y enfocar proyectos que ayuden a conectar con el bienestar, así como estar con los vínculos que quedaron en segundo plano al estar en pareja, potenciar esas relaciones de amigas/os, hacer actividades recreativas y también permitirse transitar el dolor.