Alma de bandoneón

By Familia Cooperativa Febrero 19, 2024 490 0
Alejandro Pereyra, joven bandoneonista nacido en Bahía Blanca, ganó el año pasado un concurso internacional que le dio el impulso que necesitaba para continuar su carrera artística en Buenos Aires. ”La música me dio la posibilidad de conocer un círculo de gente increíble”, admite.


A los 27 años y con una década dedicada a tocar el bandoneón, el bahiense Alejandro Pereyra ya es reconocido dentro y fuera del país, especialmente luego de que en agosto de 2023 lograra el primer puesto en un concurso internacional realizado en los Estados Unidos.
Si bien en su adolescencia tocó la guitarra en forma autodidacta y tiene conocimientos de piano, su vida está ligada hoy al bandoneón, un instrumento al que se ligó “de casualidad”, cuando empezó a estudiar en el Conservatorio de Música.
Es que cuando tenía 17 años y había comenzado a familiarizarse con el piano, por curiosidad y porque le coincidía con sus horarios se anotó en un taller de bandoneón que se dictaba en el Teatro Municipal para gente con y sin experiencia.
“A decir verdad no era un enamorado del bandoneón, pero cuando me metí a tocar empezaron las ofertas labo-rales y el instrumento terminó por gustarme… Fue ahí que comencé a interiorizarme en todo el contexto en el que surge, la música que encierra y sus posibilidades musicales y dije: “Es por acá”, resalta.
La conexión con el fuelle se dio de forma rápida, a partir de los movimientos del instrumento, su sonido, por cómo vibra, y por la afinidad con el docente Julián Mansilla, quien brinda clases en el Conservatorio.
“Enseguida me empecé a meter en distintos proyectos, más allá de que no es un instrumento muy común. Ya al año y medio algunas personas me llamaban para formar grupos e ir a tocar a algún lado. Yo sabía lo elemental, si bien tenía conocimientos musicales y una idea general de cómo interpretarlo, pero de ahí a agarrar un bandoneón y hacerlo sonar hay mucha distancia”, se sincera.
Así y todo, de a poco fue haciéndose de un nombre dentro del ámbito bahiense, donde no hay tantos bandoneonistas y en su gran mayoría están nucleados en la Orquesta Típica en Conserva, de la cual forma parte.


“Al no haber tanta gente que lo toque me fui haciendo un poco a los ponchazos. Fue escuchar y tocar, tocar y tocar. Con el tiempo uno se va conectando con otros músicos, empezás a tener mayor conocimiento, conseguís más trabajo como artista y podés hacer de eso una forma de vida”, reconoce.


Conocer de antemano el repertorio tanguero, a través de su abuela Ana Barilá, le facilitó el aprendizaje de un instrumento muy ligado al compás del dos por cuatro.
-¿Creés que tu abuela influyó en la elección por la música?
-Seguramente. Era muy fanática del tango y cantaba todo el día. Tengo grabado un momento en el que estábamos viendo una interpretación en Argentinísima satelital y mi abuela me dice: “Mira qué lindo el bandoneón, te voy a mandar a tocar. Le voy a proponer a tu mamá que busquemos un profesor”. Por entonces yo le contesté que no quería, pero las vueltas de la vida hicieron que años más tarde terminara haciendo lo que a ella tanto le gustaba.
-¿Llegó a verte tocar?
-Y, más o menos. Compartimos algún tema con la guitarra, pero ya después por el Alzheimer no sé hasta qué punto se habrá dado cuenta de que era yo el que tocaba. Igualmente agradezco un montón todo lo que me transmitió en la oralidad, con todas esas canciones que me fueron quedando en la cabeza. Eso, por más que lo hayas aprendido de muy chico, queda guardado en algún rincón de la memoria. Me parece una vuelta de historia muy linda que ella me haya enseñado sin querer todas esas cosas y yo ahora las esté disfrutando.

Fronteras afuera

Hijo único de Adriana Castorani, costurera, y Adrián Pereyra, camionero, Alejandro está terminando el Profesorado de Instrumentos con Orientación en Bandoneón y paralelamente busca nuevas salidas laborales en Buenos Aires, impulsado por su reconocimiento más allá de nuestras fronteras.
El certamen estadounidense denominado “Che Bandoneón” marcó su debut en un festival internacional y constituyó además un rotundo espaldarazo en su primera competencia musical, al compartir el primer puesto con otro argentino, Rodrigo Ávalos.
“Hace años venía contemplando la posibilidad de competir pero andaba en un montón de cosas a la vez y resultaba imposible. Hasta que en marzo del año pasado me decidí a hacerlo, aprovechando que tenía unos dólares ahorrados y la inscripción era accesible”, explica.
Fue entonces que, tras enviar los materiales artísticos requeridos, obtuvo una rápida respuesta, cuando a los 15 días le llegó la invitación formal para el festival.
“De marzo a agosto tenía que solucionar el tema del visado y los pasajes, porque dinero por supuesto no tenía, además de encontrar tiempo para estudiar el instrumento. Fue un auténtica odisea”, afirma.
Y cuando más lo necesitaba, surgió el respaldo de la comunidad bahiense. “Por suerte encontré mucho apoyo de la gente y de algunas instituciones como la Cooperativa Obrera, que me dieron una gran mano”, reconoce.
El festival duró dos semanas y la actividad resultó intensa: empezaban a tocar a las 9 de la mañana y finalizaban a las 10 de la noche. Asimismo, durante ese tiempo y más allá de la preparación para la competencia, ensayaba el repertorio de cierre del festival con la orquesta conformada por todos los músicos participantes.
Con el envión de aquel logro, Alejandro cuenta que su deseo es vivir de la música y si bien hasta ahora lo logró dando clases, su objetivo es dedicarse exclusivamente a la interpretación. Por esa razón se mudó a Buenos Aires, para meterse de lleno en el circuito tanguero y artístico.
Detalla que en Bahía Blanca trabajó en las Serenatas de la Municipalidad, con las que recorrió buena parte de los barrios, y que también tocó en milongas, peñas y acompañando a algún artista en particular, pero es consciente que en Buenos Aires el alcance es mayor, abriendo la expectativa para que puedan surgir otras propuestas, como giras en el exterior.
“Como parte segura siempre se puede volver a la docencia, pero mi idea, si todo va bien, es poder insertarme dentro de alguna orquesta y seguir formándome como músico, conocer nuevos artistas y mejorar. El hecho de tocar todos los días a uno le da un training que no se logra estando encerrado en tu casa, cosa que en Bahía por ahí sucede porque no es tan grande el circuito donde puedo presentarme”, señala.
-¿Qué crees que es lo más lindo de esta actividad?
-El hecho de que permanentemente surjan cosas inesperadas. La música me dio la posibilidad de conocer un círculo de gente increíble y el bandoneón me abrió las puertas a un oficio. Además, a través de las serenatas, pude entrar en la intimidad de un montón de hogares y charlar con los vecinos y vecinas, desde los más humildes a los más pudientes. Fue un canal de apertura mental que no se me ocurre con qué otra cosa podría lograr.
“Lo más complejo, en tanto, es la cuestión económica. Asegurar el mango con el arte nunca es fácil y menos aún con el tango, que no tiene la masivi-dad de otros estilos musicales. De todas formas, no bajo los brazos, porque es lo que yo puedo dar y también lo que lo que soy”, subraya.
-Pensando a futuro, ¿cómo te imaginás?
-Me gustaría mucho componer, grabar mi propia música, aunque a la hora de parar la olla es muy difícil encontrar el tiempo para uno. Así y todo me gustaría encontrar esos ratos, conocer más gente, tener más experiencias y por sobre todo ser sincero con mi arte y no dejarme llevar por otras variables, como el dinero. Y por supuesto, poder sumar algún granito de arena a la cultura bahiense y argentina.

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Modificado por última vez en Lunes, 19 Febrero 2024 15:46

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