Tirarse a una pileta representa para una persona una fórmula fascinante entre acción e inacción, porque implica poner el cuerpo en movimiento mientras entra en pausa el resto de la vida y la mente se toma un respiro.
Para desplazarse en el agua es necesario mover brazos y piernas de manera simultánea y rítmica, por lo cual se adquieren grandes habilidades de coordinación, poniéndose además atención en flotar y respirar.
Por otra parte, debemos ejercer más fuerza para desplazarnos debido a la densidad del agua y, por tal razón, es necesario utilizar buena parte de nuestro cuerpo para movernos.
Esto permite que dentro del agua se trabajen muchos grupos musculares. Además de pectorales y abdominales, se ponen en movimiento en las piernas cuádriceps, isquiotibiales y tibiales; en los brazos, bíceps y tríceps; en antebrazos y manos, supinadores y pronadores; en la espalda, dorsal, trapecio y deltoides y en el cuello, el esternocleidomastoideo.
Practicar natación también conlleva fortalecer el sistema respiratorio, porque se requiere una adecuada aireación tanto para flotar como para sumergir la cabeza.
En tal sentido, la práctica de este deporte es aconsejable para personas que tienen enfermedades respiratorias, incluidas las producidas por fumar o estar en entornos contaminados.
Beneficios cardiocirculatorios
Para el sistema cardiovascular, también hay muchos beneficios, ya que se mejora el consumo de oxígeno, disminuye la frecuencia cardíaca y se regula la presión arterial, todo gracias a que el ejercicio se realiza en un medio acuático, lo que supone varias ventajas.
El cuerpo permanece fresco mientras está en el agua, además de que la mayoría de los ejercicios se llevan a cabo en posición horizontal. Estas dos cosas facilitan la circulación de la sangre, que puede distribuirse uniformemente en el cuerpo sin tanto esfuerzo para el corazón.
El ejercicio en general es un reductor de estrés, pues por medio de la actividad física la sangre de nuestro cerebro circula de manera más eficiente, produciéndose sustancias como la serotonina, dopamina y endorfinas, responsables del sentimiento de bienestar y felicidad.
Adicionalmente, estar dentro del agua reduce la tensión muscular y produce un estado de relajación que permanece incluso horas después de haber estado en la piscina.
Asimismo, nadar contribuye a mejorar la coordinación y el equilibrio, ya que se activan ambos hemisferios del cerebro y se estimula la memoria y la concentración, previniendo el deterioro cognitivo.
Aunque la natación implica un mayor esfuerzo físico debido a la fuerza requerida para el desplazamiento, es un deporte de muy bajo impacto, por lo que es poco probable que genere alguna lesión o daño en las articulaciones, huesos, tendones o ligamentos.
Este hecho hace además que sea apto para todo tipo de personas, pudiéndolo practicar desde bebés hasta adultos mayores, discapacitados o aquellos que afrontan tratamientos médicos.