Los niños no tienen la habilidad para manejar sus sentimientos y expresarlos de una manera madura, y puede que tampoco cuenten con habilidades verbales, o de control de impulsos, o de resolución de problemas.
Por tal motivo, es factible que aquellos pequeños que tengan inconvenientes para manejar sus emociones pierdan el control y dirijan su angustia hacia otras personas, evidenciando un comportamiento explosivo que algunos padres podrían interpretar como una manipulación.
Pero los niños que reaccionan con violencia generalmente no pueden manejar la frustración o la ira de una manera más efectiva, por ejemplo, hablando y pensando cómo lograr lo que quieren.
En tal sentido, la manera en que los padres responden cuando un niño expresa su ira tiene un efecto acerca de si continuará respondiendo a la angustia de la misma manera o aprenderá mejores formas de manejar sus sentimientos, para que no se vuelvan abrumadores.
Algunos consejos prácticos al respecto podrían ser los siguientes:
• Mantener la calma. Al enfrentarse a un niño enfurecido, es factible perder el control. Pero cuando los gritos entran es escena hay menos posibilidades de comunicarse con él, poniéndolo más agresivo y desafiante. Por difícil que sea la situación, mantenerse calma- do y en control de nuestras propias emociones puede servir de modelo para enseñarle al pequeño a comportarse de la misma forma.
• No darse por vencido. No hay que alentar al niño a seguir con su comportamiento, ni aceptar eso que él quiere para lograr que se detenga.
• Elogiar el comportamiento apropiado. Cuando el pequeño se haya calmado es aconsejable elogiarlo por recobrar la compostura, así como cuando trate de expresar sus sentimientos de forma verbal y calmada.
• Ayudarlo a practicar las habilidades para solucionar problemas. Cuando el niño no esté molesto, es momento adecuado para ayudarlo a que pruebe cómo comunicar sus sentimientos y proponer soluciones a conflictos antes de que se intensifiquen en estallidos agresivos.