Sin dejar de lado que la falta de deseo sexual en una relación estable puede tener estrecha relación con factores genéticos, también existen aspectos emocionales que inciden en el decaimiento de la frecuencia de los encuentros íntimos.
Frente a ese descenso del deseo que puede tener la raíz en la pérdida de novedad al entrar en la etapa de rutina y monotonía sexual, hay juegos, erotismo y distintas prácticas que se pueden añadir a nuestras relaciones con miras a conseguir avivar la famosa “chispa”.
Pero, como siempre, el primer paso de una posible solución debe centrarse en fortalecer el diálogo en pareja, en empezar a hablar y a comunicar de forma sincera aquello que no nos termina de motivar y lo que, por el contrario, nos gustaría.
Muchas veces esto último comprende el paso más difícil, aunque hay otros casos en los que la novedad no debe buscarse en la cama sino fuera de ella, porque puede que lo que nos falte es conexión, diversión, contar con espacios de intimidad y especialmente no tener discusiones ni problemas a resolver.
Otro motivo emocional suele centrarse en el bienestar personal, el cansancio laboral, las responsabilidades con los hijos y el hogar, o disponer de poco tiempo libre, que pueden deparar en que aparezcan la apatía y la poca predisposición. De ser así, hay que provocar cambios positivos en la vida diaria de manera tal que permitan empezar a disfrutar nuevamente de las cosas.
Si bien podrían seguir enumerándose causas o posibles motivos, lo más importante es no esperar que la sexualidad y el deseo de la pareja estable funcionen tal como ocurre en los inicios de la relación, en la que las hormonas, el deseo y el enamoramiento lo resuelven todo.
Finalmente, no debe perderse de vista que cierta disminución de la frecuencia sexual en la pareja no siempre es negativa, porque puede deberse a que se disfrute la relación de otras maneras.