A partir de su abrupta irrupción en el tránsito urbano, el monopatín eléctrico tiene tantos defensores como detractores. Por un lado es un aliado del medio ambiente, mucho más silencioso que las motocicletas, barato de mantener y no necesita un lugar específico de estacionamiento. Pero también es criticado por la inseguridad vial que provoca, la invasión de las aceras y la falta de una regulación nacional para circular.