Construida en el interior de unas minas de sal situadas en el departamento de Cundinamarca (Colombia) y diseñada por el arquitecto bogotano Roswell Garavito Pearl en 1990, la Catedral de la Sal de Zipaquirá es una auténtica joya artística de relevancia internacional.
La iglesia subterránea forma parte del complejo “Parque de la Sal”, espacio cultural temático dedicado a la minería, la geología y los recursos naturales.
En medio de un ambiente colmado de un profundo sentido religioso que atrae a los turistas, el interior del templo guarda una rica colección artística, conformada especialmente por esculturas de sal y mármol.
Al acceder a la mina se percibe el olor mineral y la oscuridad toma posesión de todo. Después, un juego de luces descubre la roca tallada y los túneles que albergan estaciones del vía crucis. Al final hay acceso a tres naves: la del nacimiento y bautismo, la de la vida y la muerte, y la de la resurrección, cada una con un altar.
En las respectivas naves pueden apreciarse esculturas talladas por mineros y escultores entre las que se destaca La Piedad, cuyo rostro tiene fuertes rasgos indígenas en honor a los Muiscas, quienes primero aprovecharon el fruto de la sal y se convirtieron en una de las sociedades prehispánicas más prósperas de su tiempo. También están el Ángel Guardian, tallado en 1950 por el escultor italiano Ludovico Consorte, y la enorme cruz del Nártex.
Otro de los lugares para conocer es el espejo de agua, anteriormente un sector destinado para la saturación de la sal, cuyos alrededores están iluminados para reflejarse en el agua estática y dar un efecto óptico fascinante.

La importancia de la Catedral es tal que se le ha otorgado incluso el título de joya arquitectónica de la modernidad, en virtud a su valor como patrimonio cultural, religioso y ambiental.