Joaquín Haspert tiene 10 años y una gran pasión: las banderas. Su papá Juan Manuel y su mamá Betiana no saben muy bien por qué surgió pero sí recuerdan cuándo.El nene tenía apenas un año, recién empezaba a caminar, y durante las vacaciones en Monte Hermoso se escapaba para ir a los paradores y jugar con las banderas publicitarias. Nueve años más tarde conserva las mismas ganas de tocar una bandera, descubrir sus colores, sumarla a su colección.Por medio del celular, Joaquín cuenta que tiene más de 100 banderas y la que más le gusta es la de Argentina.-Tengo dos banderas de ce- remonia, la grande y la chiquita, la de jardín y la de escuela. Lo que más me gusta es el sol, cómo está hecha, los colores…Entre su colección —algunas están embolsadas, otras dobladas en los cajones de su habitación y las restantes en los mástiles de su casa y del barrio Tiro Federal— también hay banderas publicitarias y de otros países que le trajeron vecinos de sus viajes.Recientemente sumó tres a su enorme colección. La sucursal 50 de la Cooperativa Obrera, ubicada en avenida Pringles 50, le otorgó una bandera nacional, otra del movimiento cooperativo y una tercera alusiva a la Cooperativa Obrera.Joaquín dice que hace rato quería la bandera de La Coope y cuando fue a la sede de avenida Pringles decidió pedir una. La sucursal, que tiene como encargada a Cintia Urrea, le entregó las tres banderas bajo la atenta mirada de su abuela, quien lo acompañó a la entrega porque sus papás estaban trabajando. Los empleados de la Coope también dijeron presente y retrataron el momento con sus cámaras.La familia del nene es clave en su pasión: lo apoya para que no deje de perseguir sus sueños. -Vamos a comprar a algún lado y él no te pide chiches ni golosinas, te pide banderas… No sé cómo se dio esto, en algún momento nos irá a explicar lo que lleva dentro. Como papás es un orgullo grande el que nos da -dice Juan Manuel.Con una colección que no para de crecer, siendo invitado a actos oficiales por excombatientes de Malvinas y emocionando a sus maestras de la Escuela N°4, como así también a sus familiares; Joaquín sigue apos-tando por su pasión y alienta a otros chicos a ir detrás de lo que desean. Su futuro lo imagina muy cerca de la insignia que tanto lo enamora: quiere ser soldado e izar la bandera nacional en el monumento de Rosario.
Por lo pronto ya tiene un legado.
Su papá cuenta que Roberto, el hombre que se disfraza de arbolito de Navidad y se viste con los colores argentinos para las fechas patrias, vio dos o tres veces a Joaquín y le pidió que cuando él ya no pueda siga con su misión de teñir las calles de Bahía de celeste y blanco.